viernes, 4 de noviembre de 2011

ANTONIO VALENCIA SE FUE SIN DECIR ADIÓS

Era un hombre alto, buen mozo, se parecía a Manolete . Así lo recordaría muchos años después, frente al escritor Fernando Cruz Kronfly, la pintora Lucy Tejada.

Era muy bueno para hacer retratos , sigue el relato de la artista. El captaba con total nitidez, muy rápidamente, tanto el carácter como la mirada de la gente. Era muy rebelde. De joven se fue de la casa porque era demasiado andariego también .

Este retrato de Antonio Valencia lo pintó el año pasado la conocida artista en su libro Lucy Tejada, su obra. Son tres pinceladas, muy fugaces, matizadas con la pluma de Cruz Kronfly.

Es el recuerdo de Lucy de su primer amor en la fría planicie bogotana, cuando dejó la Javeriana femenina, donde estudiaba decoración, para irse a la Nacional a estudiar bellas artes.

Valencia, pintor, muralista, uno de los mejores retratistas de mediados de siglo, murió hace un mes, el 18 de septiembre, en Armenia. Su muerte pasó casi desapercibida.

Había regresado hace cinco años a esa ciudad, con la esperanza de retornar pronto a Europa, pero nunca lo pudo hacer. Estaba inválido, como consecuencia de un virus en la columna vertebral, pero así siguió trabajando. En silla de ruedas elaboró un enorme mural en el Parque del Café.

Son suyos los murales de las gobernaciones del Quindío en Armenia y del Huila en Neiva.

Valencia, cuya debilidad fueron las mujeres, nació en 1926 en Circasia, Quindío. Fue un hombre sencillote, típico pueblerino que usó pantalón corto hasta los 21 años . Así lo recuerda su hijo Alejandro.

Se fue a estudiar Bellas Artes en Bogotá, donde se destacó como retratista. El maestro León de Greiff iba a su casa a posarle. Esta habilidad le valió varias becas y distinciones. También fue fundador y editor de la revista Plástica, la primera en su género en el país, que era ilustrada con trabajos de Hernando Tejada.

Corría el año 47. Lucy se destacaba como estudiosa del arte. Por eso cuando Alejandro Obregón le sugirió que se cambiara a la Nacional para estudiar Bellas Artes entró directamente a quinto semestre. Allí se encontró con Antonio Valencia. Eran los únicos alumnos de ese curso. Esa cuasi privacidad fue cómplice para un vertiginoso romance que terminó el mismo año en matrimonio.

Eran un par de iconoclastas, al igual que sus padrinos Pachito Eché (Echeverry) y Fernando Gaitán Durán. Tanto que el cura de la iglesia de Egipto, situada en una loma bogotana como la de San Antonio en Cali, tuvo que pegarles un berrido porque no se querían arrodillar a la hora de la Elevación.

Años después la pareja de artistas estuvo un tiempo en la Guajira. Ella regresó a Bogotá a alumbrar a su hija Claudia, y él se quedó. A mi me tocó sola todo lo de la niña y hasta debí elegir su nombre, porque Antonio desde la Guajira me dijo: ... se va a llamar Pampaestepa .

Después, con una beca de la Metro donde Antonio ocupó el primer puesto y Lucy el segundo, viajaron a España. Pasearon mucho, visitaron museos en Madrid, París, Toledo, Marruecos, Granada, Sevilla Málaga.

Pero cuatro años después, en forma inexplicable, él la dejó. Se fue con una cantante de tangos. Dicen que los acompañaron Gaitán Durán y la escultora Felisa Burstein, también en plan de fuga.

Uno de los retratos más famosos de Valencia es el del poeta de Greiff. Pero además de su arte, también era famoso por sus travesuras. Su hijo Alejandro recuerda una de las más sonadas, cuando le dio una trompada al entonces político de Facatativá Julio César Turbay Ayala presuntamente porque no le pagó un trabajo para un periódico o una revista.

Publicación tomada de eltiempo.com
Sección
Cultura y entretenimiento
Fecha de publicación
25 de octubre de 1998
Autor
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http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-845760

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